Vivimos a todas horas pendientes del tiempo, y no me refiero al meteorológico, que también. Desde que nos levantamos con el ruido del despertador hasta que nos vamos a dormir tenemos nuestra vida programada en franjas horarias, las cuales, a su vez, también las dividimos. Somos unos expertos exprimiendo el tiempo. En todas partes vamos con prisas, mirando el reloj y maldiciendo enganchar el semáforo en rojo. Y así semáforo tras semáforo. La cuestión es hacer cosas, cuántas más mejor. Muchas veces por inercia, sin un sentido. Cantidad en lugar de calidad. Será que me estoy haciendo grande pero creo que de cuando en cuando va bien hacer un reset. A Kènia, de allí donde salen los hombres y las mujeres más rápidas del planeta, resulta que en la vida real no tienen prisa. Su máxima vital es pole, pole; es decir, despacio, sin prisa… Una cosa de locos, que diría aquel.
De las pocas cosas positivas de la pandemia, el confinamiento, la nueva normalidad, las restricciones y la madre que…en fin.. ha sido el hecho de retomar viejos hábitos abandonados o de encontrar nuevos. Tiempo hemos tenido de sobra. De hecho, el mismo de siempre, pero diferente. Hay quién ha optado por la repostería y la masa madre; los más pacientes para hacer puzles; otros han hecho un Ikea y se han dedicado a redecorar su casa. A mí me ha dado por volver a leer; a pesar de que me tendría que dar vergüenza haberlo dejado.
Tres libros relacionados con el running me han enganchado. El primero ha estado “Nacidos para correr“, de Christopher Mcdougall, una bella historia real sobre una carrera clandestina, muy bien explicada y que engancha desde la primera página. El segundo ha sido el libro sobre la vida de uno de los mejores ultrafondistas de todos los tiempos, Scott Jurek; “Correr, comer, vivir“. Un compendio de aventuras y desventuras personales mezcladas con un elemento fundamental que muchas veces pasamos por alto: la alimentación. El tercero, más que un libro es un folleto motivacional: “Lo que té hace grande“, de Valentí Sanjuan. El tono macarrilla y despreocupado del breve relato es contagioso y el discurso de buscar y traspasar los límites físicos por una o cincuenta razones es muy potente, pero alerta; acostumbra a tener un único beneficiario: nuestro fisio.
Quizás algunos pensaréis que habéis perdido el tiempo leyendo estas cuatro líneas, y es posible. Por suerte todo es relativo. El tiempo también. Así que mañana cuando vayáis al trabajo y os encontráis con el semáforo en rojo, tomáoslo con calma.
Pd: Acepto sugerencias de libros. Tengo tiempo y ganas de aprovecharlo. Tic tac tic tac.