Déficit y deuda de oxígeno son dos conceptos en muchas ocasiones desconocidos por el corredor popular y a veces confundidos dada su similitud de denominación. Es interesante conocerlos, aunque sea de forma simple, para dar explicación a conceptos fisiológicos que se producen durante estos efectos y ver las implicaciones que tienen en el corredor de cara a su preparación.
El ser humano en reposo tiene unas necesidades de energía mínimas, simplemente las necesarias para el mantenimiento de las funciones vitales. Es en ese estado basal en donde los depósitos de oxígeno se movilizan lo imprescindible para mantener las funciones vitales mínimas tendiendo al máximo de ahorro energético.
Como ya conocemos, el oxígeno es un componente imprescindible en la mayoría de las reacciones químicas en que el organismo produce energía. Sin él no podríamos vivir. El oxígeno se encuentra almacenado en pulmones, líquidos corporales, hemoglobina de la sangre y en el propio músculo gracias a la mioglobina.
Este gasto metabólico imprescindible para las funciones vitales en reposo es conocido como la unidad metabólica (MET) y que para aquellos que se hagan una prueba de esfuerzo de control cardíaco anual, podrán comprobar que es uno de los datos que se tienen en cuenta a lo largo de la prueba.
Pero, no siempre estamos en reposo. La propia actividad demanda más aporte de oxígeno para la producción de energía. Esto es especialmente relevante en el caso del ejercicio o del deporte, en la que las esas unidades metabólicas (MET) se pueden multiplicar por factores de dos dígitos, especialmente en alta intensidad.
Esta demanda repentina de energía como consecuencia del inicio del ejercicio necesita un aporte extra de oxígeno que es conocido como déficit de oxígeno. Pensemos por ejemplo en algo tan cotidiano como subir escaleras.
El déficit de oxígeno se produce al comienzo de cada esfuerzo puesto que, frente a esfuerzos muy intensos, la respiración y el sistema cardiovascular no pueden afrontar inmediatamente las repentinas necesidades metabólicas de la célula muscular (Zintl, ’91 ).
Fisiológicamente hablando, el déficit de oxígeno es equiparable con la cantidad de oxígeno que necesitaríamos para realizar la actividad que pretendemos, sin necesidad de aumentar la frecuencia cardíaca y ventilatoria.
Evidentemente, este déficit de oxígeno no es permanente. A la demanda de una mayor cantidad de energía el organismo se pone en funcionamiento para poder satisfacer ese aumento de la demanda. Todos sabemos que aumenta la frecuencia cardíaca o el ritmo de respiración, que son dos de los aspectos más visibles de esta nueva situación. Esta fase de adaptación dura unos minutos hasta que se llega a un estado de equilibrio en el que el organismo ya satisface esa demanda de oxígeno.
Este fenómeno es el que explica esa “falta de aire” tan incómoda que se produce al inicio de una actividad física demasiado intensa. Es por esto mismo, que muchas personas que intentan iniciarse en el running comentan que ellos no pueden correr, porque no saben respirar o les falta ese aire. Su cuerpo no está adaptado a estos cambios bruscos de demanda de oxígeno y en muy pocos minutos paran la carrera.
De cara ya a corredores habituales, esto conduce a la necesidad de plantearse el inicio de la carrera de forma lenta para ir alcanzando paulatinamente el ritmo de crucero. Ni que decir tiene que, en días de rodaje intenso o en competición, el calentamiento es imprescindible para, entre otras cosas, tener preparado el organismo para poder satisfacer de forma correcta esta demanda de oxígeno al que será sometido bruscamente en los inicios de la actividad de intensidad. La falta de un calentamiento adaptativo puede llevar no solo a una segura incomodidad desmesurada al inicio del entrenamiento o competición, sino también a un resultado deficiente.
Ahora toca comentar el concepto de deuda de oxígeno. No confundir «déficit de oxígeno» con «deuda de oxígeno». Si bien ambos conceptos se relacionan de manera estrecha en el entrenamiento deportivo, son dos fenómenos distintos, de los cuales uno se manifiesta al principio y otro al final del trabajo físico.

Una regla fácil para recordar cual es cual, puede ser que la deuda es algo que se tiene que pagar por lo que hemos consumido o utilizado anteriormente. Hemos ido al banco a pedir un préstamo de oxígeno y ahora tenemos que devolver esa “deuda” que hemos adquirido.
La deuda de oxígeno es especialmente relevante tras los esfuerzos de alta intensidad. Una manifestación de esta la tenemos todos en mente y la hemos experimentado cuando la final de un sprint o de una carrera muy intensa, llegamos a meta, nos agachamos y abrimos la boca en busca de la mayor captación de aire para respirar.

En este proceso no solamente tenemos que reponer este oxígeno prestado y consumido de los depósitos, sino que además debemos recomponer los equilibrios metabólicos que han sido alterados por la actividad intensa (básicamente fosfágenos y eliminación de exceso de ácido láctico generado).
Pero esto no se queda aquí. La reposición de los depósitos de glucógeno puede llevar incluso días en función del esfuerzo realizado y de la dieta del corredor.
Esto a nivel de implicación práctica nos lleva a
- No realizar ningún tipo entrenamiento de alta intensidad al menos 48 horas antes de la competición. No es tan raro, oír que en la semana que lleva a la competición algunos corredores populares han hecho un entreno intenso para “probarse” con consecuencias negativas en rendimiento el día de la prueba.
- No planificar dos entrenamientos seguidos de alta intensidad. Es aconsejable que el entrenamiento posterior a las series o a los rodajes cercanos al umbral anaeróbico sean entrenamientos suaves para ayudar a una correcta recuperación.
Qué bien explicado y con ejemplos claros, me encanta! Así como alguna referencia de autor.
Muchas gracias, me ha servido mucho para aclarar términos sin necesidad de palabras muy técnicas difíciles de recordar.