Falta de motivación para correr.

Dicen los que saben de estas cosas que para detectar a una persona si está motivada o no, solo hace falta ver su grado de actividad. Independientemente de lo que pueda decir, si esta persona se mueve y hace cosas, esta persona está motivada.

La carrera a pie es una actividad que no es placentera, exige un esfuerzo.

En etapas tempranas los niños se desplazan corriendo, prácticamente es la única forma que conocen de desplazarse. Ir andando es casi como un castigo. Su biomecánica es perfecta y  todo padre corredor, que sabe de la importancia de la zancada, de aquello de la técnica de carrera, de que si pisa de aquella u otra manera, cuando ve a sus hijos pequeños correr observa como tienen una zancada larga y caen sobre su centro de gravedad, como el talón va al culo y como tienen un movimiento elástico que parece como si volaran. En definitiva, nos enorgullece de como corren nuestros hijos.

Ya cuando avanzamos en edad, muchas de estas características se van perdiendo. No solamente los años, sino las múltiples horas en que estamos sentados o calzados que hacen que el pie y tobillo pierdan fuerza y elasticidad. Aquella placentera actividad que era correr ha pasado a ser en un esfuerzo ya no solo biomecánico sino también aeróbico. El momento cumbre llega cuando alguien dice aquello de “el correr es de cobardes”.

Y para hacer algo, para esforzarse por algo tiene que entrar en juego la motivación o bien encontrarnos ante una necesidad de evitar un peligro como puede ser cruzar un semáforo en rojo o perder transporte público que te impida llegar a la hora.

Entonces con estas circunstancias correr se convierte en una especie de castigo a la que nuestro cuerpo tiende a oponerse. El organismo desde nuestros ancestros tiende al ahorro de energía que ha tenido que realizar durante toda la historia de la humanidad para poder sobrevivir en época de escasez de alimentos.

Pero las circunstancias han cambiado. En el mundo desarrollado ya no salimos a cazar para alimentarnos y tenemos alimentos a nuestro alcance de forma sencilla, no necesitamos correr para sobrevivir y sin embargo, miles de personas se lanzan diariamente a la carretera o senderos para hacer su entrenamiento que en ocasiones no está exento de un esfuerzo remarcable. La actividad es la consecuencia de la motivación. ¿Qué es entonces lo que nos impulsa a ponernos las zapatillas y salir a correr muchas veces a horas intempestivas o con viento, lluvia, frio o calor?

Pero vayamos al principio. Cada uno de nosotros tuvo un motivo y seguro que recuerda el por que se calzó unas zapatillas el primer día que dijo que se iba a correr un rato. Desde factores de salud hasta temas sociales, pasando por promesas, compromisos o retos personales o colectivos.

La continuidad en la persistencia en salir a correr de una forma regular radica en la consecución de un objetivo. Realizar una primera carrera, bajar de 50 minutos en 10K, adelgazar, tener un grupo con el que compartir actividades son algunas de los motivos y objetivos que nos impulsan a salir a correr: estamos motivados y por tanto entrenamos.

Pero no todo es color de rosa. Este es un deporte que se parece mucho a ser seguidor de un equipo que no gana campeonatos y que sufre más derrotas que victorias. El camino no es fácil, es duro y solo en determinados momentos, solo en esos momentos, se disfruta de una felicidad es absoluta. Son muchas derrotas (muchos entrenos, sacrificios e incluso fallar en la consecución de alcanzar el objetivo previsto) y pocas las victorias (la satisfacción de haber acabado una carrera o de conseguir una marca) las que hacen que sean muchos los momentos de duda y de desmotivación.

Correr no es fácil. Muchos otros deportes son mucho más agradecidos y en pocas sesiones de entrenamiento ya se puede observar una progresión importante. Aquí en “el correr” con unas pocas sesiones lo único que se consigue es darse cuenta que este deporte necesita de una inversión inicial importante para empezar a notar los efectos gratificantes que tiene.

Pero no solo esto, sino que con la discontinuidad del entrenamiento y dejando de entrenar por no demasiado tiempo volvemos prácticamente a la casilla de salida.

En definitiva, que el panorama que se presenta delante nuestro no es muy atractivo.

Con este preámbulo, no es de extrañar que uno mismo como corredor u otros compañeros de “quemar suela” puedan encontrarse en una situación de desmotivación y de faltas de ganas de salir a entrenar.

Son muchos los corredores que pasando por altibajos no se desaniman y continúan entrenando sabiendo que con la continuidad se acaban alcanzando en muchas ocasiones esos objetivos, siempre y cuando sean razonables, y que en el fondo, correr es una forma de vida.

Pero no todos los corredores son así. Hay muchos que atraviesan por etapas de desmotivación, que incluso pueden llegar a hacer que cuelguen las zapatillas de por vida. Son muchos los que lo hacen por lesiones crónicas, que no hace otra cosa más que reforzar la imperiosa necesidad de realizar entrenamientos racionales y dentro de nuestras posibilidades, de darle a nuestro cuerpo el descanso necesario y de tener un mínimo de cuidado de este.

Pero cuando nos referimos a la falta de motivación, lo hacemos pensando en aquellos momentos en que suele coincidir con lesiones transitorias, problemas personales o frustraciones deportivas. Puede también suceder que el bajón se produzca después de la consecución de un objetivo como puede ser la realización de una maratón o de alcanzar una determinada marca. En estos casos, la desmotivación suele ser pasajera y normalmente en un periodo corto de tiempo, se renuevan las ganas de correr y de entrenar.

En el primer caso es más complicado y puede llevar al abandono de la actividad por periodos prolongados de tiempo, llegando incluso a un abandono definitivo.

Si esto fuera así, es realmente una pena, sobre todo por los beneficios físicos y psicológicos que el running proporciona. Pero desde un aspecto deportivo perdemos uno de los fundamentos sobre los que se sostiene este deporte que es la continuidad y sobre todo la continuidad sin lesión. La continuidad es clave para sentirse bien y para el rendimiento deportivo. Sin continuidad, ni nos sentimos bien, ni conseguimos rendimiento deportivo.

Es difícil dar consejos a personas que estén desmotivadas por correr por los factores aquí expuestos, pero valdría la pena tener en cuenta los siguientes aspectos

1.- Cuanto más tiempo se permanezca sin entrenar más empeorará nuestro estado de forma física.

2.- Más tiempo tardaremos en recuperarlo y con un mayor esfuerzo.

3.- No hace falta seguir con un rígido plan de entrenamiento. Salir a rodar por placer, cambiar de rutas, de asfalto por montaña, de montaña por asfalto es normalmente suficiente para mantener un estado de forma aceptable para….

4.- …. Que cuando llegue ese momento en que nuevamente el corredor se enfrente a una nueva temporada o a un nuevo reto, tengamos una base aceptable para reengancharnos fácilmente.

Pero vayamos a un aspecto que es bastante habitual y que pocos reconocen pero que está ahí: la pérdida de motivación por pensar en que ya no se puede mejorar. Este es probablemente el aspecto más complicado. Aquel corredor que normalmente por factores de edad sabe que ya no podrá mejorar sus marcas tiene delante de si un doble reto a superar. Primero consigo mismo. Ya no se ve capaz de hacer las marcas que hacía antaño cuando llegó a su zenit y puede incluso que vaya perdiendo “popularidad” en su entorno porque ya no es ese “crack” que solía ser entre su círculo atlético.

Frente a todo esto el corredor deberá primero asimilar la nueva situación, si esta realmente es así y replantearse sus objetivos. Y decimos “si realmente es así” porque a pesar de la edad muchos son los corredores que han empezado a correr a partir de los treinta años y que alcanzan sus mejores marcas en los cuarenta o cincuenta. Las nuevas formas de entrenar y otros factores como nutrición y cuidados fisiológicos hacen que muchos corredores alcancen su plenitud en esas etapas.

Pero supongamos que realmente este corredor ya no pueda mejorar. En este caso necesitará realmente reubicarse, interiorizar que ahora tiene que pensar en su categoría de edad que le proporcionará una nueva visión y retos. Se puede marcar unos retos a corto plazo que sean muy asequibles y en la que el principal objetivo, más que la marca sea el de realización de esta prueba con muy buenas sensaciones. Esto último no es fácil si no se entrena correctamente, pero proporciona una satisfacción notable y una subida de motivación importante.

Puede también realizar todo lo contrario, que es marcarse un gran objetivo en la temporada, incluso dos que sean compatibles. Este gran objetivo es como un faro que nos va guiando en nuestra ruta de entrenamiento y que es el motor motivacional. El clásico ejemplo es el de realización de una carrera importante en la zona en que se reside o de una carrera de prestigio que pueda llevar consigo un desplazamiento que pueda ser considerado como un viaje.

En definitiva, la casuística es muy amplia, en ningún momento se pretende haber realizado un tratado de psicología de corredor, pero si poner de manifiesto algo que es bastante habitual en todo corredor y que si se produce vale la pena reflexionar sobre ello y pensar que suele ser pasajero, que con un replanteamiento de objetivos y un mínimo de mantenimiento de entrenamiento para no perder la continuidad, suele ser suficiente para volver a arrancar en el momento que llegue ese nuevo objetivo que motive al corredor.

[email protected] | + posts

Deja un comentario

Artículo añadido al carrito.
0 artículos - 0.00