Improvisación

Este es un artículo que por su nombre da a entender que no va a hablar de técnica o de consejos de entrenamiento. Podría estar enmarcado dentro de ese tipo de artículos como fue el de “arrancada de caballo, parada de burro” en los que se reflejan casuísticas y costumbres de muchos corredores populares que ponen en peligro los resultados deportivos que ese mismo corredor puede conseguir.

Viene como sucesión lógica de los anteriores en los que se hablaba de como elegir un plan de entrenamiento y como ejecutarlo. Dada la época del año en la que nos encontramos y a la vuelta de la esquina de la preparación específica de una maratón de primavera, está especialmente pensado en estos corredores que se adentran o lo van a hacer en este periodo.

No solamente desde esta tribuna, sino también desde muchas de las publicaciones y medios de información relacionados con el mundo del running se ha hablado de la importancia de establecer una serie de objetivos al principio de cada temporada. Posteriormente y en función de estos objetivos, la conveniencia de planificar posibles etapas intermedias en cuanto a competiciones y la correcta selección de plan de entrenamiento orientado a esos objetivos se antojan como los siguientes pasos lógicos hacia esa temporada atlética. Bajo esta última frase, se podría pensar que el corredor popular se enfrenta a la dictadura del objetivo y de los entrenamientos, cosa que no debería ser así. Bueno, o al menos solo en parte, porque lógicamente una mínima continuidad y disciplina son necesarias ya no solo para alcanzar esos objetivos, sino sobre todo para disfrutar de esta maravillosa actividad.

El corredor corre porque le gusta. Se pueden atribuir también otros factores que también influyen a la hora de calzarse las zapatillas y enfrentarse al asfalto o a los senderos como pueden ser el de encontrarse bien, poder comer algo más de lo normal sin engordar (esto no es exactamente así porque hay muchos corredores populares con sobrepeso y si bien el ejercicio ayuda al mantenimiento de peso no es el factor principal), beber la cerveza con los colegas de entrenamiento, establecer relaciones sociales y muchos otros aspectos todos ellos positivos.

Si pasamos de una actividad lúdica y placentera a un régimen estricto de entrenamiento, nos encontraremos muy rápidamente con que además de las obligaciones familiares y profesionales nos enfrentaremos a la dictadura del running, con el consiguiente estrés añadido y potenciales consecuencias negativas tanto física como emocionalmente. Evidentemente y como ya afirmó Aristóteles, la virtud está en el término medio que además coincide con la afirmación de que un plan de entrenamiento debe poder ser modificado y adaptado y no está escrito en piedra.

Dentro de todo lo anterior tenemos también corredores que no establecen ningún plan, simplemente entrenan como creen que se tiene que hacer y de vez en cuando hacen alguna carrera popular. Son por lo general corredores ocasionales o intermitentes que pueden pasar temporadas sin entrenar y volver intermitentemente a entrenar. No tienen objetivos de marca ni de realización de pruebas, o si los tienen, no le dan excesiva importancia. Simplemente, disfrutan con este recorrido un tanto errático. En muchas ocasiones esto es así porque las obligaciones personales y profesionales no le permiten a ese corredor otra cosa más que estos saltos de mata.

En el otro extremo tenemos a esos corredores que sí que tienen el tiempo y la posibilidad de tener una continuidad en los entrenamientos. Entre estos, se podría distinguir a dos tipos: los que no se marcan objetivos de competiciones y los que lo hacen y además con suficiente antelación.

Los primeros suelen ir entrenando y en función de cómo se sienten compiten, que suele muchas veces coincidir con la influencia de unas carreras determinadas que pueden ser consideradas como “obligatorias”. A modo de ejemplo, San Silvestre, Behobía, Jean Bouin, Bombers, La Mercè, por considerar algunas, son un buen ejemplo en el caso de los corredores del área metropolitana de Barcelona.

Los segundos, los que tienen unos objetivos planificados, suelen coincidir con una media maratón (Barcelona, Granollers, Valencia, Múnich etc.) o principalmente con una maratón, que normalmente suele ser la de Barcelona por seguir con el ejemplo de los corredores de Barcelona y alrededores, o bien la realización de un viaje a otra ciudad sea nacional o al extranjero y que aglutine una nueva experiencia. Dada la relevancia de la maratón es interesante observar un aspecto muy habitual como es la inclusión de competiciones en este periodo de preparación específico de media maratón o maratón. Dicho de otra manera, en esas doce dieciséis semanas previas a la maratón.

En este aspecto, muchos son los corredores que durante este periodo compiten para probar como están de forma. Este “test” es uno de los principales errores que se comenten si no hay una finalidad detrás de esta competición que tenga su fundamente en aspectos fisiológicos y de adaptación. Normalmente no es así por lo cual se está añadiendo un factor que no ayuda a esa preparación y que además sí que ayuda a poner más riesgo e incertidumbre en la ejecución y resultado del día de la media maratón y muy especialmente de la maratón.

En el caso de la media maratón, estas competiciones son las de 10K. Un 10K es considerado por muchos corredores como una cosa simple y fácil. No son conscientes de que en esos 30-40-50-60 minutos, o más, están colocando a su organismo y sistema neuromuscular en un stress importante. Se pueden poner competiciones de 10K en esta preparación, pero deberán estar espaciadas suficientemente para dar tiempo a la recuperación. No se puede competir cada semana.

Si ya pasamos a la preparación de maratón, entonces la prueba preparatoria por excelencia es la media maratón. Esta es un clásico plenamente extendido entre todos los corredores populares de maratón. Todo maratoniano que se precie tiene que hacer una media maratón cuatro semanas (no tres, ni cinco) antes de la gran cita. Y además, la gran mayoría la hacen como una competición normal en la que van a rendir al máximo. Si en el caso anterior, un 10K supone un desgaste relevante, ni que decir tiene que una media lo es mucho más y con tiempos de recuperación muy superiores y que casi con toda seguridad ponen en riesgo el resultado de esa maratón planificada. Es curioso que los atletas profesionales cuando preparan citas importantes como campeonatos continentales, mundiales u olimpiadas y no tienen entonces compromisos de patrocinadores o económicos, no hacen ninguna media maratón cuatro semanas antes de la maratón, aunque en ese fin de semana seguro que hacen muchos más kilómetros que veintiuno. Este es un aspecto que nos tiene que conducir a una reflexión.

El peor de los casos, y más habitual de lo que parece, es el de aquel corredor del “aquí te pillo, aquí te mato”, el de la improvisación del título. Este es el corredor que se apunta a populares sin ningún criterio cuando está inmerso en el plan de preparación de una media o especialmente de maratón. Es incapaz de sacrificar esas competiciones por la consecución de un objetivo superior. Lo malo de esto no radica en que no pueda hacer una San Silvestre, una Jean Bouin, la carrera de su localidad o barrio o cualquier otra, es que sale “a morir”, sale a probarse y considera en muchas ocasiones que es un muy buen entrenamiento.

Una solución a esta incontinencia de competición es la de realizar esta a un ritmo que sea considerado como ritmo del entrenamiento que toca. Esto tiene ventajas y también inconvenientes. Entre las primeras puede estar que, si se respetan esos ritmos, suelen ser carreras/entrenamientos muy satisfactorios y que se suelen acabar con muy buenas sensaciones. Entre las segundas tenemos que es muy difícil no dispararse de ritmos, el coste económico de inscripciones y desplazamientos y el factor emocional de considerar la competición como un simple entrenamiento, cuando esto no debería de ser así.

Medias maratones, maratones y ultras son pruebas muy serias, muy infravaloradas en muchas ocasiones y que precisan de una preparación concienzuda y que no puede dejarse a la improvisación. Dentro de esta preparación sucederán por supuesto inconvenientes y cambios producidos por muchas circunstancias diversas, pero lo que el corredor no se puede permitir es improvisar e ir incluyendo populares porque le vienen en gusto, por la presión del grupo, porque es la que cada año hace o por cualquier otra circunstancia. Todo lo que sea improvisación en las competiciones de preparación para este tipo de pruebas tan exigentes va a conducir a poner en riesgo, en el mejor de los casos, el resultado final el día de la competición objetivo. El corredor deberá pensar que la satisfacción del probable resultado compensa con creces llevar una constancia y disciplina que no contempla hacer populares en ese periodo de entrenamiento específico.

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